¡Somos una nueva generación de mamás!
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Leer másSí, yo también escuché la frase: “Mamá, yo no quiero comer”. Al principio no sabía muy bien qué hacer o qué medidas tomar para lograr que mi hijo recuperara su apetito. Sin embargo, el conocer muy bien a mi hijo, un poco de creatividad a la hora de preparar las comidas y algunas medidas prácticas fueron muy útiles para ayudarle a recuperar su gusto por la alimentación. ¿Estás viviendo esto mismo con tu hijo? Aquí te voy a compartir cómo manejé este tema en mi caso. ¡Espero que encuentres útil mi experiencia!
Mi hijo iba a cumplir 3 años cuando empezó a mostrar una especie de desgano por la comida. Esta situación ya había ocurrido antes, pero empezó a suceder cada vez con más frecuencia. Había escuchado que la inapetencia en los niños puede ser normal, así que opté por no preocuparme mucho, pues mi hijo no mostraba signos de estar enfermo ni nada por estilo.
De todas formas, lo primero que hice fue consultar a mi pediatra de confianza para preguntarle cuáles eran las razones por las que esto podría estar ocurriendo. Luego de darme la tranquilidad de que se trataba de algo normal (de hecho, resulta que la inapetencia es uno de los motivos por los que los padres consultan más frecuentemente al pediatra), me explicó que hay 3 razones por las que se presenta este comportamiento en los niños a esta edad:
La primera recomendación que me dio la pediatra para empezar a hacerle frente a esta negativa de mi hijo a comer fue no forzar la alimentación. De ahí en adelante lo que me quedaba era ser creativa, así que convertí el comedor del niño en un lugar libre de ruido y de distracción, e intenté hacer de la hora de la comida algo divertido. Tuve que aprender a entender y respetar las señales de llenura de mi hijo, así como el tamaño y frecuencia de las porciones que debía servirle. También entendí que no debía reprocharle cuando me rechazaba el alimento, ni celebrarle cuando me aceptaba, sino tratarlo todo dentro de la mayor normalidad posible.
Pero tal vez una de las lecciones más grandes fue el valor del ejemplo de nosotros los padres. Cuando empecé a hacer coincidir el tiempo y la frecuencia de las comidas de mi hijo con las nuestras, las cosas empezaron a tomar un rumbo diferente. Es que, obviamente, si los padres no consumimos frutas o verduras, es muy difícil hacer que nuestros hijos lo hagan. ¡Un niño va a imitar a sus papás en todo!
Fue así, consultando en cada paso a mi pediatra de confianza y poniendo mucho empeño sobre todo en el bienestar de mi hijo, como logré que el paso por esta etapa no tuviera consecuencias en sus hábitos de alimentación a largo plazo.
¡En el blog de Chocolisto, encontré un artículo que me ayudó demasiado! Quería compartir esta experiencia para ayudarte también si estás viviendo este proceso. ¡No te angusties! Con el acompañamiento de un especialista, y mucha paciencia y amor de nuestra parte, podemos lograr siempre lo mejor para nuestros hijos.
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